Estamos
en el páramo más grande del mundo, en la localidad que lleva su mismo
nombre: Sumapaz. En la vereda Nazareth, a tres horas y media desde el
centro de Bogotá, la magia del campo es absorbente, los sentidos se
activan por el sonido de los caballos, por el olor a sancocho en fogón
de leña y por un panorama deslumbrante de montañas cercadas
con cultivos.
Justo en ese lugar está el Parque temático Chaquén, un espacio que
tiene casi 3 hectáreas de zona de conservación ambiental desde hace 15
años. El resto del área están completamente dedicado a las 60 especies
de plantas aromáticas, medicinales, frutales y hortalizas. Hay
cebolla, cilantro, zanahoria, remolacha, espinaca, arándano y arracacha:
Chaquén es precisamente ese espacio de salud,
equilibrio y bienestar donde lo ancestral no está en el pasado sino en
el presente, donde además el término ‘medicina’ todavía no supera los
conocimientos y los saberes de las comunidades que habitan estas zonas
rurales. En ese espacio, administrado por la Subred Sur de la Secretaría
de Salud, siempre está don Carlos Cifuentes, un campesino de 58
años que trabaja desde el 2005 atendiendo las visitas de la comunidad
del Sumapaz, e incluso de otras regiones.
Él es precisamente quien mantiene, junto a su sobrino, todos los
cultivos de plantas aromáticas y frutales de manera orgánica; desde la
propagación con pequeños semilleros, pasando por el transplante en los
surcos, el deshierbe y la eliminación de plagas con insumos como ruda,
altamisa y orégano. Así, ellos son los encargados de recibir a las
familias, ofreciéndoles plantas o cosechas de yacón, romero, uchuva,
granadilla y cebolla, entre otras, para sus hogares.
“Nosotros hacemos los semilleros y hacemos dos bandejas de cada especie. A los ocho días lo mismo para que haya para la semana estar sembrando”.
C A R L O S
Pero este parque remoto no solo alberga huertas comunes y corrientes,
con una despensa de plantas o frutos, es además un modelo de
conocimiento de agrodiversidad. El Jardín Botánico de Bogotá tiene allí
el Nodo de Biodiversidad para que los habitantes de la zona
implementen buenas prácticas alimenticias y medicinales. Mucho más en un
lugar donde sus habitantes tienen a los centros de salud a varias horas
de distancia.
En Chaquén, los habitantes de las veredas se capacitan constantemente en
saberes medicinales con doctores como Jorge Enrique Russi, quien en sus
charlas y talleres promueve el buen uso de las plantas no solo para
curar, sino para evitar la enfermedad alimentándose bien:
“Las personas utilizan las plantas y, a veces, debido a las distancias, utilizan es lo que tienen a la mano, no alcanzan o no pueden trasladarse a los centros de salud. Hoy en día, en la Unidad de Servicios de Salud, atendiendo el llamado de la comunidad, queremos que utilicen bien las plantas; se trata de integrar la medicina tradicional con la medicina llamada alternativa”.
J O R G E R U S S I
En esos encuentros, el alma vuelve a ser don Carlos, quien
tradicionalmente prepara su sancocho de pollo en leña, un plato que se
convierte en la mejor pausa activa en medio del intercambio de
conocimientos alrededor de lo medicinal.
En esa hora de almuerzo, campesinos, afros e indígenas aprovechan para
compartir anécdotas basadas en sus diferentes contextos, como es el caso
de Nelly Perea Flórez, partera ancestral del kilombo Girasol de la
localidad de Usme, quien recuerda que utiliza las plantas medicinales
desde que vivía en el corregimiento Raspadura, Chocó, y hoy, pese a ser
una desplazada más por la violencia, celebra que logró encontrar un
espacio en la ciudad para trabajar en comunidad.
Cuando la jornada sigue, se comparten los rituales de la comunidad para
armonizar energías, unir lazos y hacer el esperado el intercambio de
plantas con sus respectivos usos desde sus diferentes contextos:
Yerba del dolor
(Hyptis verticillata)
En infusión para el dolor estomacal, indigestión, control de la fiebre y ayuda en el tratamiento del cáncer.
Altamisa
(Ambrosia artemisaefolia)
Para quitar las pulgas de las camas de los perros.
En humanos contra la diarrea y la picadura de insectos.
Yacón
(Smallanthus sonchifolius)
Sin cocinar, baja los niveles de azúcar y de colesterol en la sangre.
Romero
(Rosmarinus officinalis)
Condimento
para carnes y ensaladas. Disminuye los gases y estimula la producción
de bilis. También previene la caída del cabello.
Vira vira
(Achyrocline bogotensis)
Utilizado en enfermedades de piel y para controlar el acné. Coadyudante en infección de vías urinarias y tos crónica.
Diente de león
(Taraxacum officinale):
Ayuda con los problemas de riñones e hígado.
Cordoncillo
(Piper bogotensis)
Para los hinchazones de los animales. En humanos controla el dolor en general, principalmente el reumatismo.
Verbena
(Verbena littoralis L.)
Disminuye la fiebre y el dolor de cabeza. Es antiinflamatorio y antiinfeccioso.
Matricaria
(Matricaria chamomilla)
Para el dolor de estómago y de garganta. Estimulante de la menstruación.
Libardo Romero lleva 62 años viviendo en la vereda Peñalisa, en Sumapaz, él es uno de los participantes de las actividades del Parque y precisamente en su casa, junto a su esposa, cosecha todo lo aprendido.
“A veces a los amigos les aconsejo: échese una porción de ruda, échese la manzanilla, la yaerba del dolor o la manzanilla, dependiendo de lo que tengan”.
L I B A R D O R O M E R O
A más o menos una hora, también está la casa donde vive Ernesto
Benavides y su esposa. A sus 80 años, recuerda que cuando podía tener
sus vacas, las curaba con plantas medicinales como la yerbabuena, que
macerada o el cordoncillo sirve mucho para combatir las inflamaciones.
Ernesto hace parte de los cerca de 6.300 habitantes de la única localidad completamente rural de Bogotá: Sumapaz. Un lugar donde campesinos como él se benefician a diario de los saberes ancestrales de Chaquén, nutriendo sus conocimientos para sostener prácticas saludables a nivel de alimentación y salubridad.
Publicado en: Semana Rural – por Katerine Lara